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La física puede echarnos un cable, pero la verdad es que sin química entre los novios nuestro trabajo se hace mucho más complicado.
Si la persona que se pone delante de la cámara es atractiva, mucha gente piensa que seguro obtendrás una buena fotografía. Nada más lejos de la realidad. Aunque es innegable que resulta de gran ayuda, el físico ni es imprescindible ni es garantía de nada.
Esto se hace aún más cierto en nuestra labor como fotógrafos de boda en Amasa a la hora de realizar retratos de pareja. Afortunadamente, nos encontramos con gente de todo tipo y condición. La física puede echarnos un cable, pero la verdad es que sin química entre los novios nuestro trabajo se hace mucho más complicado.
Y entonces, de vez en cuando, ocurre que aparecen dos personas como Irene e Iñigo. Además de ser guapos y encantadores, no hay más que charlar un par de minutos con ellos para notar la química que desprenden como pareja. A esto hay que añadir que la actitud de los amigos y familiares que los rodearon en su boda era la perfecta para arroparlos y celebrar una gran fiesta. Al final, tenemos los ingredientes perfectos para que nuestra tarea sea casi coser y cantar.
Eso fue lo que pasó desde el comienzo del gran día. Iñigo empezó a prepararse en casa de su hermana “ayudado” por sus tres sobrinas, unas brujillas que nos regalaron divertidísimos momentos. Mientras tanto, a un par de minutos a pie, Irene se encontraba acompañada de su madre y su hermana. Tenía tiempo de sobra para poder prepararse con tranquilidad y llegar puntual a su boda en Amasa, a la iglesia de San Martín de Tours. Una vez llegados al templo, la calma de los preparativos se disolvió y aparecieron los nervios y la emoción se desbordó.
Tras la ceremonia, tres salvas de los eskopeteros de Kabi Alai, confeti y muchos besos y abrazos de los invitados. En esta ocasión, hicimos valer aquello de que cualquier lugar sirve para sacar buenas fotos. De esta manera, convertimos un pequeño pórtico lateral de la iglesia en nuestro estudio particular. Allí sólo necesitamos poco más de 15 minutos para fotografiar la física y, sobre todo, la química.
Más tarde, en el restaurante Atalaia, disfrutamos una vez más de la hospitalidad de Ignacio y todo su equipo. Y durante el baile quedó claro que lo mejor en estos eventos es olvidarse de los protocolos, montar un fiestón y pasarlo bien. Irene, Iñigo, no podemos dejar de agradeceros vuestra confianza y de recordar lo bien que lo pasamos haciendo fotos con vosotros.
¡Vitamina K forever!
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