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Los chaqués, las pamelas o en general, la estética, son importantes en las fiestas. Pero más aún lo son las personas que acuden a ellas y sus historias personales.
Cuando conocí a Miren y Emilio, lo único que sabía era que la ceremonia de su enlace la iban a celebrar en la iglesia de San Vicente de Donostia y que el lugar elegido para la fiesta era la finca Itxasbide, en Igeldo.
A pesar de la insistencia de las amigas de la novia acerca de cómo era posible que una chica de Eibar no fuera a casarse en Arrate, Miren no se dejó convencer. De entrada, todo pintaba muy bien, teniendo en cuenta además que eran dos escenarios en los que, personalmente, no había tenido la ocasión de trabajar. Esto, como fotógrafo de boda, siempre es un gran incentivo.
No obstante, lo que mejor impresión me causó fue que ambos tenían claro desde el principio que lo que querían. Su objetivo era disfrutar de una fiesta con todos sus amigos y familiares, más allá de templos o paisajes.
Cuando la mañana del gran día nos encaminábamos hacia el Hotel de Londres para fotografiar los preparativos de Miren, el cielo nos regaló un intenso chaparrón. Lejos de ser un mal presagio, dio paso a un horizonte que poco a poco se fue despejando. A pesar de los pequeños y lógicos nervios a la hora de ajustar vestidos, velos, tocados y demás, todos estuvieron en su sitio a la hora prevista. El novio con su chaqué y sus 18 testigos (ahí es nada..), y con vistosos sombreros y pamelas muchas de las invitadas.
Tras el rigor de la ceremonia religiosa, todos se relajaron y, después de felicitar a los novios, se encaminaron hacia Itxasbide. Allí realizamos una breve sesión de retratos de pareja y un buen montón de fotos de gente muy elegante durante el cóctel. Los chaqués, las pamelas o en general, la estética, es algo a lo que evidentemente hay que prestar atención en un evento de este tipo. Sin embargo, no hay que olvidar que lo importante de las fiestas son, en realidad, las personas que acuden a ellas y sus historias personales.
Y eso quedó claro en la boda de Miren y Emilio cuando varios emotivos brindis hicieron saltar las lágrimas de los novios y más de un invitado. Aunque la emoción nos puso a todos un nudito en la garganta, las ganas de fiesta dieron paso a la música, como debe ser. La marcha continuó dentro y fuera de la pista de baile. Tanto es así que tenemos que confesar que esta fue la primera boda en la que pudimos ser testigos hasta de una croqueta humana colectiva.
Por eso nos gusta tanto el estilo documental, porque como siempre decimos, la realidad casi siempre nos sorprende, sobrepasa y mejora lo que nuestra mente se pueda imaginar. Lo que no nos sorprendió fue la calidad humana de Miren y Emilio. Desde el principio hasta el final de ese gran día fue un auténtico placer no parar de hacer fotos para ellos.
Chicos, os merecéis todo lo mejor.
¡Un abrazo grande!
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